El mercader barcelonés Pedro Nolasco (h. 1189-1245) empleaba sus riquezas en la liberación de presos y esclavos.
Según la tradición una noche se le apareció la Virgen y le pidió que fundara una orden para la redención de cautivos: la Orden de La Merced.
Los mercedarios estaban obligados a los habituales votos de obediencia, pobreza y castidad, y además a un cuarto voto por el que se comprometían a la liberación de cristianos cautivos aún con riesgo de su vida si fuera preciso.